Por fin pude verlos. Gracias a la velocidad de los exámenes y a la maestría de los médicos y el cirujano del Hospital Militar Central (HMC) ahora los pólipos iban camino de su destrucción a manos de algún patólogo.
Lo demás fue casi placentero porque mis molestias fueron mitigadas por la gentileza de las subtenientes enfermeras y un teniente médico muy joven y muy sabio. Esto me alegró porque fui atendido como teniente general, aunque igual que a mí atendieron a un suboficial mayor retirado, quien resultó mi compañero entrerriano de habitación.
Ya no es lo mismo que antes. La hernia de un suboficial mereció la misma dedicación que los pólipos de un capitán destituido o el cáncer del general. Alegra saberlo y experimentarlo, como alegra saber de la resolución de desmantelar la red de pólipos del Batallón de Inteligencia 601 (B Icia 601) para dedicar el esfuerzo de reunir información a producir inteligencia táctica sin dirigir la lupa hacia obreros, abuelas, estudiantes o quiensabe que cosa.
El único detalle que alteró mi calma preoperatoria lo provocó un cuadrito colgado de una de las dos puertas de la habitación 419, la mía. Es el inventario (dos camas, dos sillones, una mesa, dos mesitas, etcétera) y tiene la firma del teniente coronel Hilario David Sagasti. Este individuo, muerto el 28 de enero de 1987, era jefe de la Agrupación Tropas del HMC cuando de allí desaparecieron los siguientes soldados conscriptos en las fechas indicadas: Guillermo José Begega (27/1/70), David Eduardo Chab Tarrab (10/6/76), Raúl Eduardo Rinaldi (6/7/76), Luis Enrique Giménez D’Imperio (10/9/76), y Gerardo Coltzau (26/4/77).
La noche previa a la operación me costó dormir, pese al sedante. Pensaba y pensaba en los cinco conscriptos. También pensaba en los partos clandestinos en el mismo hospital. Y la vigilia adormecida y la bronca mezcló a los soldados desaparecidos con Laura Estela Carlotto y su bebé nacido en el mismo lugar donde el cuadrito con la firma de Sagasti seguía en la puerta, inamovible desde los tiempos en que fueron directores los generales médicos Raúl Eduardo Marine y Jorge E. Curuchet Ragusin. Desde la época en la que al firmante del inventario le faltaron cinco soldados conscriptos de otro inventario, el más valioso, y a una abuela le falta lo que su hija dejó allí para ella.
Posdata: Después de terminada y entregada la nota me enteré por el diario que el ministro de Defensa quiere ascender a oficiales cuestionados para “ayudar a los muchachos”, como llama a los actuales jefes militares. También leí que el jefe del Estado Mayor, el teniente general Ricardo Brinzoni, interpreta como “anónimas” las denuncias de la CONADEP. El señor economista ministro de Defensa puede no saber que el Código de Justicia Militar establece en su artículo 195: “La denuncia anónima podrá dar motivo a la instrucción de una prevención sumaria o a un sumario si ella resultara verosímil y si se estimara que su sustanciación será beneficiosa para el servicio”. Ni qué decir de las denuncias firmadas o de las que tomaron rumbo judicial en su momento, como se verá a continuación con algunos de los pliegos propuestos al Senado para los ascensos:
** Braga, Rafael Mariano. Legajo CONADEP 4885, no anónimo.
** Duret, Alejandro Guillermo.
Lo demás fue casi placentero porque mis molestias fueron mitigadas por la gentileza de las subtenientes enfermeras y un teniente médico muy joven y muy sabio. Esto me alegró porque fui atendido como teniente general, aunque igual que a mí atendieron a un suboficial mayor retirado, quien resultó mi compañero entrerriano de habitación.
Ya no es lo mismo que antes. La hernia de un suboficial mereció la misma dedicación que los pólipos de un capitán destituido o el cáncer del general. Alegra saberlo y experimentarlo, como alegra saber de la resolución de desmantelar la red de pólipos del Batallón de Inteligencia 601 (B Icia 601) para dedicar el esfuerzo de reunir información a producir inteligencia táctica sin dirigir la lupa hacia obreros, abuelas, estudiantes o quiensabe que cosa.
El único detalle que alteró mi calma preoperatoria lo provocó un cuadrito colgado de una de las dos puertas de la habitación 419, la mía. Es el inventario (dos camas, dos sillones, una mesa, dos mesitas, etcétera) y tiene la firma del teniente coronel Hilario David Sagasti. Este individuo, muerto el 28 de enero de 1987, era jefe de la Agrupación Tropas del HMC cuando de allí desaparecieron los siguientes soldados conscriptos en las fechas indicadas: Guillermo José Begega (27/1/70), David Eduardo Chab Tarrab (10/6/76), Raúl Eduardo Rinaldi (6/7/76), Luis Enrique Giménez D’Imperio (10/9/76), y Gerardo Coltzau (26/4/77).
La noche previa a la operación me costó dormir, pese al sedante. Pensaba y pensaba en los cinco conscriptos. También pensaba en los partos clandestinos en el mismo hospital. Y la vigilia adormecida y la bronca mezcló a los soldados desaparecidos con Laura Estela Carlotto y su bebé nacido en el mismo lugar donde el cuadrito con la firma de Sagasti seguía en la puerta, inamovible desde los tiempos en que fueron directores los generales médicos Raúl Eduardo Marine y Jorge E. Curuchet Ragusin. Desde la época en la que al firmante del inventario le faltaron cinco soldados conscriptos de otro inventario, el más valioso, y a una abuela le falta lo que su hija dejó allí para ella.
Posdata: Después de terminada y entregada la nota me enteré por el diario que el ministro de Defensa quiere ascender a oficiales cuestionados para “ayudar a los muchachos”, como llama a los actuales jefes militares. También leí que el jefe del Estado Mayor, el teniente general Ricardo Brinzoni, interpreta como “anónimas” las denuncias de la CONADEP. El señor economista ministro de Defensa puede no saber que el Código de Justicia Militar establece en su artículo 195: “La denuncia anónima podrá dar motivo a la instrucción de una prevención sumaria o a un sumario si ella resultara verosímil y si se estimara que su sustanciación será beneficiosa para el servicio”. Ni qué decir de las denuncias firmadas o de las que tomaron rumbo judicial en su momento, como se verá a continuación con algunos de los pliegos propuestos al Senado para los ascensos:
** Braga, Rafael Mariano. Legajo CONADEP 4885, no anónimo.
** Duret, Alejandro Guillermo.
Thomas Molina, Alfredo Mario, conscripto, no anónimo. Su caso figura en las páginas 95, 96 y 97 del libro “El Escuadrón Perdido” y hay testimonio de otro conscripto sobreviviente de las torturas.
** Martínez Segón, Aldo Héctor. Desprocesado por ley de Obediencia Debida; causa Zona 2.
** Cardozo, Eduardo Daniel (puede ser quien figura en los legajos 0878/5884, pero es justo y necesario saber si no se trata de un homónimo). Y habría más, pero sería reconfortante saber que esta tarea la hacen los propios militares antes de elevar los pliegos a Defensa. Y si llegan propuestas indecentes reconfortaría mucho más enterarse de que el ministro las rechaza para defender a los “muchachos decentes”, cuyas vacantes quedan ocupadas por algunos que ya deberían haber sido destituidos.
** Martínez Segón, Aldo Héctor. Desprocesado por ley de Obediencia Debida; causa Zona 2.
** Cardozo, Eduardo Daniel (puede ser quien figura en los legajos 0878/5884, pero es justo y necesario saber si no se trata de un homónimo). Y habría más, pero sería reconfortante saber que esta tarea la hacen los propios militares antes de elevar los pliegos a Defensa. Y si llegan propuestas indecentes reconfortaría mucho más enterarse de que el ministro las rechaza para defender a los “muchachos decentes”, cuyas vacantes quedan ocupadas por algunos que ya deberían haber sido destituidos.
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