FOSMO Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio
Por Paula Pimentel* especial para La Voz de los Colimbas.
El 31
de agosto de 1994 tenía 9 años, y recuerdo con alegría ese día, cuando el
Servicio Militar Obligatorio fue suspendido. Era una parada importante en un
camino que no hemos terminado de recorrer.
Por
esas jugadas del tiempo que a veces dan bronca, no conocí a mi abuelo Eduardo.
Él se iba y yo estaba por llegar. Pero supe, desde antes de tener memoria, que
fue un valiente gigante. Lo conozco desde sus hijos, desde mi papá, desde otros
luchadores que tuvieron el placer de conocerlo. Escuché a Madres contar que en
las marchas en tiempos de dictadura, se sentían seguras porque mi abuelo iba
con ellas, del brazo y adelante.
Supe que fue el primer padre en oponerse al
Servicio Militar Obligatorio. Era 1982 y el tipo le mandó una carta documento
al entonces presidente de facto, Reynaldo Bignone. Amparado en la patria
potestad, se negó a que mi tío hiciera la colimba. Era el primero de los
hermanos varones que salía sorteado para alejarse un año de su casa y aprender
a manejar armas de guerra, para correr, barrer y limpiar a gusto y placer de
los militares. “Los educamos bajo los
valores de la paz y el amor, y le quieren enseñar a matar”, era el
razonamiento tan simple y lógico de mis abuelos.
Eduardo se plantó frente al
regimiento donde habían llevado a uno de sus hijos, los medios no tardaron en
llegar, el hombre de barba blanca comenzaba una huelga de hambre. Finalmente mi
tío fue declarado como “no apto” para hacer la colimba.
Ese
acto disparatado y valiente generó revuelo. Y el revuelo más lindo fue el
Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio (FOSMO), donde padres con los
mismos cuestionamientos que mis abuelos, comenzaron a juntarse y pensar formas
de cambiar la obligatoriedad del SMO.
Porque nadie se opone a la vocación de un
hombre o mujer que elige la carrera militar, el asunto es obligar a los que no
lo sienten. A eso se oponían. Mi abuelo dejó sus últimas fuerzas en un acto
frente al Congreso. Era 6 de agosto y hacía mucho frío. Tres días más tarde, a
los 61 años, murió. Seis meses después nacía yo.
Mi
abuelo comenzó un camino que luego de su partida, siguió adelante. Pablo
Pimentel, el mayor de sus hijos varones y mi padre, que ya acompañaba la
militancia de Eduardo, siguió con el FOSMO, entre otros tales como Fernando
Portillo, Alfredo Grande, y tantos padres que se fueron sumando a ese grito de
“libertad de consciencia”.
Los
recuerdo reunidos en casas viejas de la Capital Federal , con pisos de
madera que sonaban mientras yo recorría indagando el edificio. Eudoro Palacios,
ese padre que perdió a su hijo Daniel en abril del ’83, mientras hacía la
colimba. No sólo les enseñaban a matar, cuando querían también los mataban. En
la historia de Daniel se basó un capítulo de la miniserie Sin Condena, esa que cerraba con el Himno interpretado por Charly.
Festivales,
actos, notas en diarios, radios y tv, una remera del FOSMO que tenía un casco tachado
con el logo de prohibido, manifestaciones
frente a cuarteles, eran cosas habituales en mis días de niña. Nueve años tenía
y recuerdo que estaba junto a mi abuela, esposa de Eduardo, cuando vimos la
noticia. “El SMO es suspendido, y será voluntario”. No me acuerdo exacto, pero
dijo algo de su amado Eduardo. Y festejamos.
Fue una
parada importante en el camino, pero hay que recordar que en 1901, el entonces presidente Julio
Argentino Roca, promulgó la ley 4.301, comenzando con el SMO en nuestro país.
Seis décadas más tarde, el gobierno de Onganía y Lanusse modifican la ley del
genocida Roca poniendo en vigencia la que rige en nuestros días, la ley 17.531.
Así como teníamos una ley de radiodifusión de la dictadura (1981) y se decidió
de manera acertada modificarla, sepamos que tenemos una ley de otra dictadura
(1967) que descansa en la
Constitución argentina. Que ante cualquier conflicto interno y/o externo, básicamente una
guerra, o cuando lo crea necesario el Estado, puede terminar con la suspensión
del SMO y convocar a jóvenes de 18 años a realizar la colimba.
Por eso,
apoyo con plena convicción la derogación de la ley 17.531. A los 18 años los
chicos comienzan a vivir, a elegir, a buscar. Alejarlos de los suyos y
encerrarlos en un cuartel por un año me parece una locura, y cuesta comprender
cómo la sociedad argentina naturalizó por tantos años el SMO; y más cuesta
entender, cómo está vigente la misma ley. “Si Menem -se dice- lo suspendió”,
propongamos entonces a este gobierno que lo termine. Y si no, al siguiente.
Pasaron
18 años desde la suspensión del SMO, desde el asesinato del soldado Carrasco en
Zapala; 18, como la edad de los chicos obligados a hacerlo. Pongamos en debate si
es necesario mantener con vigencia esta ley.
Muchos creen que el SMO fue
abolido, comencemos aclarando esta confusión. No fue así.
Por los
soldados torturados y asesinados en los cuarteles, por los pibes de Malvinas,
por los objetores de consciencia, por los que fueron obligados y no querían
hacerlo, por los padres que se opusieron, y por nuestros hijos, terminemos con
la ley del Servicio Militar Obligatorio.
Adolfo Perez Esquivel, Luis Farinello, Eduardo Pimentel y Jorge Novak. *Paula Pimentel, hija de Pablo Pimentel y nieta de Eduardo Pimentel, Periodista y autora del Blog "Algo Habré Dicho" |
1 comentario:
Realmente muy buena tu nota Pau; mucho sentimiento y una excelente llegada..
desde chile un aplauso.!!
para terminar con la ley del Servicio Militar Obligatorio.
Mara Aguilera.
desde Chile.
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